por María Fernanda González Lozada
Sangre
emana de mi cuerpo
inerte y desnudo
flagelado por tu rabia.
¿Quién encontrará mi cuerpo?
me pregunto
¿Podrán reconocerlo?
lo dudo
ni yo lo reconozco.
Alcanzo a identificar el lunar
situado de lado derecho
de mi nariz
morada e hinchada.
Nunca me asustó la idea
de morir,
pensaba que al llegar ese día
tal vez,
sería libre
sería mía.
Y ahora,
mientras observo
mi cuerpo frío y amortajado
me duele darme cuenta
que ni muerta
mi cuerpo
me pertenece.
Nadie decide cómo
ha de morir,
por eso me llena de rabia
tu impulso cínico
de poder decidir
sobre mi muerte.
Si me encuentran
dirán que fue
mi culpa
culpa mía
por haber confiado
en quien repetía con ansias
que me amaba.
Y ahora, mientras las nubes
grises arropan el cielo,
te posas frente a mi cadáver
con tu rostro confundido
y tus manos, aún,
manchadas del rojo
de mi sangre.
Te muestras temeroso,
incapaz de reconocer
tú crimen en mi
y piensas en la forma
de limpiar tu cobarde
hazaña.
Si me encuentran,
espero recuerden mi sonrisa
aunque hoy
abandonada en
este desolado lecho
les de pena mirarme.
Si me encuentran
añoro que me cobijen
con flores de mil colores,
me cubran de versos
y no permitan
que me entierren
en la tumba de la impunidad.
María Fernanda nació una tarde de marzo en la Ciudad de México, mujer de nombre fuerte. Fue criada bajo el seno de mujeres valientes, quienes la motivaron a no espantar sus sueños con el “yo no puedo”. Actualmente estudia la licenciatura en Letras hispánicas en la Universidad Autónoma Metropolitana. Es amante de los gatos, se identifica con cualquier manifestación artística y con el feminismo. Es columnista en La Coyol Revista desde mayo de 2021, en donde ha publicado textos de crítica literaria como: «Yo nací libre: el desengaño del “amor romántico” en el Quijote», “¿Dónde están las mujeres en la historia del libro?” y “«Hombre pequeñito»: la poesía de Alfonsina Storni como emancipación femenina”. Su tiempo libre lo dedica a la pintura.
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